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Editorial: El poder es pasajero y la lealtad un espejismo efimero.*



_Jonatan Corcino Martínez_*

En la historia política de la República Dominicana, pocos nombres resuenan con tanta fuerza moral como José Francisco Peña Gómez y el juez Alejandro Vargas. Ambos, desde trincheras distintas la política y la justicia han dejado claro con su ejemplo y palabras que el poder no es un fin en sí mismo, sino una carga pasajera, y que la lealtad, cuando no nace de principios, es tan frágil como el viento.

Peña Gómez, forjado en la lucha desde la pobreza, nunca perdió la humildad, alcanzó las más altas cimas del liderazgo sin renunciar a sus ideales democráticos, vivió la traición de quienes una vez lo aplaudieron, conoció la soledad del poder cuando se niega a corromperse, el mismo decía: *“Mi único patrimonio es mi honestidad”.* Esa frase resume una verdad profunda, cuando todo pase los cargos, los títulos, los vítores, lo único que queda es lo que uno fue en esencia.

El juez Alejandro Vargas, por su parte, ha recordado en múltiples ocasiones, con su estilo sobrio pero contundente, que el poder es efímero, y quien no lo entiende termina arrodillado ante sus propios errores, en sus sentencias y discursos ha advertido sobre los peligros de la arrogancia institucional y el olvido de la justicia social, el ha enseñado que la integridad es más duradera que el poder, y que ser temido no es lo mismo que ser respetado.

Ambos líderes, en contextos diferentes, nos recuerdan que la lealtad de muchos solo dura mientras haya beneficios, que el poder prestado por el pueblo no legitima el abuso, sino que exige servicio, rendición de cuentas y humildad, en sus vidas está la lección: *quienes llegan arriba creyendo que allí estarán para siempre,* olvidan que el mismo pueblo que aplaude hoy, puede abuchear mañana, y que los amigos del poder no siempre son amigos del alma.

Este país necesita volver a mirar hacia hombres como Peña Gómez y jueces como Alejandro Vargas, no para idolatrarlos, sino para recordar que el liderazgo verdadero es honesto, sacrificado y profundamente humano, *que el poder debe servir para cambiar vidas, no para engordar egos.* Y que si alguna lealtad vale, es aquella que se mantiene aún cuando no hay nada que ganar.

Porque al final, todo pasa. Solo queda el ejemplo.




- Por: Jose mojica - Artículo: Editorial: El poder es pasajero y la lealtad un espejismo efimero.*
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